viernes, 4 de noviembre de 2011

Regalo para el fin de semana

Las Chas de Valtuille desde el Catro Ventosa
Hoy hemos tenido un típico día otoñal con  temperatura suave, nubes y claros, ligera amenaza de lluvia...casi se han presentado  todos los ingredientes en pocas horas. El mejor momento quizá haya sido cuando estaba a punto de ponerse el sol. Desde el Castro Ventosa la panorámica fue un regalo para los ojos. Me acordé de nuestros cacabelenses  "exiliados"  por el mundo y de los amigos. Y ahora quiero compartir
el regalo con todos subiendo una fotografía tomada desde el lado Norte.
Para los más despistados: a la izquierda estaría Valtuille de Arriba y a la derecha Pieros. La carretera que serpentea es la que va a Pobladura.

jueves, 3 de noviembre de 2011

“Eso no se vale”

Restos del magosto-botellón del Día de los Santos

Este título de la entrada era una expresión muy usada en los juegos de nuestra infancia para corregir al compañero que no respetaba las normas establecidas. Las normas de aquellos juegos, desaparecidos ya la mayoría, no estaban escritas en ningún documento, ni las dictaba ningún organismo o federación del juego. Estaban presentes como el derecho consuetudinario que se echa mano de él cuando no existen otras leyes para aplicar a un conflicto.
A estas alturas no creo necesario advertir a nadie de la existencia de unas normas básicas de convivencia, todos las conocemos, aunque otra cosa es cumplirlas.
Estos últimos días hemos vivido una fiesta muy emotiva recordando a nuestros familiares y amigos difuntos. Además de las acostumbradas visitas a los cementerios, también la fecha tiene su lado festivo y gastronómico, el magosto.
Ahora proliferan los magostos a lo largo de toda la geografía nacional; hasta en los lugares donde la castaña debe ser tan exótica como aquí lo es la chirimoya.
En Cacabelos siempre se celebró el magosto tradicional. Grupos de amigos o familiares salían al campo para hacer una hoguera donde asar las castañas y divertirse unas horas con cánticos y bailes. Hoy apenas si quedan grupos que lo celebren así. Es mucho más cómodo reunirse en casas particulares o en restaurantes y similares. También el menú ha crecido. Las castañas han pasado a ser una mera anécdota entre la variedad de productos que se preparan para la celebración.
El magosto más popular, y lo digo por la enorme cantidad de asistentes, fue el organizado por los pensionistas en el Centro Cívico. Tal fue el  número de ellos que hasta tuvieron que guardar cola para entrar en el edificio y ampliar los salones.
Otros, quisieron hacer la fiesta al aire libre y eligieron la zona verde del paseo del río Cúa. Lamentablemente no supieron, no quisieron o ya no pudieron adecentar un poco el lugar cuando la fiesta terminó. No hay disculpas posibles. Muy próximas se encontraban las papeleras y también hubiesen servido para recoger las mismas bolsas que abandonaron.
Este último no es un magosto, es un magosto-botellón y “eso no se vale”.

martes, 1 de noviembre de 2011

Los cacabelenses recuerdan a sus difuntos

Una vista parcial del cementerio de Cacabelos

Después de una noche de lluvia y de hallowines asustando por las calles, amaneció un día de Todos los Santos con niebla para convertirse más tarde en una agradable jornada otoñal.
Muchos cacabelenses pasaron por el camposanto para rezar y recordar a sus s difuntos. Durante estos días ha sido un continuo ir y venir de gente para adecentar y decorar las lápidas y los nichos. Este año, y debido al puente, se ha notado un aumento en el número de visitas. Mucho turista suelto que se habrá hecho notar  sobre todo en los establecimientos de hostelería. Estos, imagino, habrán aprovechado bien las jornadas de trabajo.
Tampoco se quedarán mancos los confiteros. La tradición obliga y los parroquianos obedecemos. Es casi una obligación  degustar unos buñuelos que, por cierto, se elaboran de muy buena calidad en Cacabelos.
Capítulo aparte merece el tema floral. Mis recuerdos de infancia y juventud contemplan un cementerio repleto de familias ante las tumbas de sus difuntos esperando la llegada del sacerdote. Éste, revestido con una capa pluvial negra y acompañado de dos monaguillos,  iba recorriendo todo el cementerio. Se detenía frente a cada tumba y rezaba los responsos, tantos como difuntos hubiese enterrados. Mientras, los monaguillos ejecutaban perfectamente el guión establecido: uno sostenía firmemente la cruz parroquial y el otro ofrecía a los presentes la boca abierta de una bolsa, también de tela negra, como la capa, para que fuesen introduciendo en ella las limosnas. Se decía entonces que cuanto más dinero iba cayendo en la bolsa, más responsos iban cayendo a los difuntos. Quizá fuese uno más de los sambenitos que les ponían a los curas.
Las flores siempre estaban presentes. Ramos de crisantemos(los más abundantes), de clavelinas,  de gladiolos o de rosas. Todas las flores de andar por casa; es decir, cultivadas en la casa de cada uno. Aún no conocíamos las floristerías.¡Qué lejos quedaban todavía los tiempos de comprar flores! Cómo imaginar entonces que llegaríamos a tener dos floristerías en el pueblo. Y menos todavía que se llegarían a adornar las tumbas con majestuosos ramos y con  sofisticados centros florales de la más variada gama. A veces hasta uno parece contemplar una competición entre familias o vecinos por tener los ramos más granes y caros.Cosas de eso que llaman progreso, supongo yo. Aunque hay quien justifica o justificaba muy bien el gasto que esto suponía para la economía familiar.
Una convecina nuestra, por desgracia ya fallecida, ante la pequeña reprimenda que una amiga le echaba por haberse gastado una cantidad considerable de pesetas en un ramo para la lápida de su difunto marido, casi se disculpaba:
-¡Mujer! Ahora es lo único que me gasta en el año.
Bien mirado podría ser una razón muy convincente que apenas admitiría más discusión sobre el asunto.
Descansen en Paz