domingo, 20 de septiembre de 2015

LA EXTRAORDINARIA VIDA DE HORACIO GUERRA II



LA EXTRAORDINARIA VIDA DE HORACIO GUERRA II
EL PEGASO Z-102 DE FELIX HUARTE GOÑI
 Por Antonio Esteban González

-Le dije a la propietaria del vehículo que no traía todo el dinero que me había pedido por el coche o sea,  que no había logrado los dos millones.
-¿Cuánto trae…?  -preguntó-  .
Dudé un instante.

-Pues… Un millón ochocientas setenta mil pesetas   -dije-   No pude hacerme con los dos millones.
Félix Huarte Goñi. Caricatura de Antonio Esteban
-¿Los tiene aquí…?
-Sí…
Y saqué del bolsillo interior de mi americana los fajos de billetes.
Alargó la mano y se los di.. Los contó, muy despacio. Me miró y me dijo:
-El coche es suyo. Y no se preocupe por mi marido. Aquí está la documentación. Firme este papel y puede llevarse el coche.
-Firmé, apresuradamente, el papel que puso delante de mÍ y salí de la casa  preguntándome , dentro de mi alegría, por qué no había estirado aún más la cuerda  -sin romperla-   y le había dicho, por ejemplo, que únicamente traía millón y medio. Pero el negocio estaba hecho y lo acepté así.
“Aquella misma noche en mi flamante automóvil me acerqué a “La Pérgola”, en la Cuesta de las Perdices, a la salida de Madrid, adonde solía ir, por ejemplo, el Marqués de Portago o Raimundo Cuétara, éste, en un Bentley último  modelo.
Portago y otros amigos  -yo entre ellos-  subíamos cada atardecer a “La Pérgola” para degustar las patatas “soufflés”, especialidad de la casa. (Las patatas “soufflés”  son unas patatas fritas dos veces en aceite muy caliente y aquella tarde, además de comernos varias raciones , admiraron mi coche que, eso sí, sabían que había pertenecido a Félix Huarte Goñi).
**
-Soy un culo de mal asiento, lo reconozco, en el buen sentido de la palabra, y a los tres meses me había cansado de aquel coche que se llevaba en gasolina y mantenimiento mi presupuesto del mes así que, un buen día, porque, para mí fue un buen día, a las siete de la mañana  -recuerdo muy bien la hora-   llamaron a la puerta de mi apartamento. No me había acostado aún y decidí abrir porque, por aquella época, uno podía abrir tranquilamente la puerta de su casa, a las siete de la mañana, sin que lo acechase un delincuente. Bajo el dintel, al abrir, me encontré con un tipo delgado y bien trajeado, que me dijo:
-Buenos días… Disculpe… Me llamo Leopoldo López y vengo a comprar, si usted está dispuesto a vender, su Pegaso Z-102.
Enarqué las cejas.
-Porque usted es don Horacio Díaz, ¿no?, más conocido por don Horacio Guerra que le compró el Pegaso Z-102 a don Félix Huarte Goñi.
Asentí.
-Vengo a hacerle una oferta que no rechazará.
-¿Cuál es la oferta..?  -pregunté intrigado-  .
Sonrió levemente.
-Póngale precio al coche.
El sueño había desaparecido de mis ojos. No dudé.
-Le pongo precio  -dije-   : doce millones de pesetas. Si lo quiere en ese precio, es suyo ahora mismo. Es mi primera y única palabra.
Advertí la sorpresa que había producido en mi visitante, la cantidad de doce millones de pesetas. Lo miré de hito en hito.
Se acarició el mentón
-Déjeme que lo piense.

CONTINUARÁ

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