domingo, 11 de octubre de 2015

La extraordinaria vida de Horacio Guerra IV



IV.-DONDE HORACIO HABLA  DEL EMPRESARIO ENRIQUE SARASOLA Y DEL CINE
Por Antonio Esteban González

La Historia  -la pequeña historia-  que no cuentan los libros de Historia dice que Enrique Sarasola Lerchundi y Felipe González Márquez se conocieron en Colombia en donde el empresario construyó el metro de Medellín.

-Eso no es cierto  -dice Horacio-  porque Enrique  conoció a Felipe González en Madrid y ese día o, mejor, esa noche, estaba yo con él.
Hace una pausa para hilvanar los recuerdos.
-Lo que si es cierto es que el 23 F, el empresario le ofreció a Felipe una casa en la Sierra, para ocultarse, si las cosas venían mal dadas.
Horacio se pasa la mano por la frente.
-Te diré algo más de Enrique Sarasola . Mira: a los veinte años, en mil novecientos cincuenta y siete, recibió una oferta de trabajo de Price Waterhouse para trabajar en Colombia. Allí levantó una fábrica de plásticos y una fundición. Yo lo conocí algunos años después, ya en España. Trabajaba como Agente de Bolsa y había fundado CAMBIO 16.
 Horacio bebe  agua.
Horacio en una imagen de hace,,,unos años
-Sarasola y yo éramos amigos, aunque, a decir verdad, él era mi jefe. Verás: había puesto un anuncio en los periódicos pidiendo un comercial para vender los chalés de lujo que estaba edificando cerca de la capital, en la llamada Costa de Madrid, a orillas de un pantano. Yo me presenté, me contrató y vendí, en aquella etapa, muchos pisos. Nos hicimos amigos y salíamos, por la noche, a tomar copas. Enrique, por aquel entonces, ya estaba  comprometido con una guapa colombiana: María Cecilia Marulanda que le daría tres hijos, entre ellos Kike, jinete olímpico y actor secundario en alguna serie de Televisión, como POLICIAS. Yo, naturalmente, tenía mi domicilio en Madrid, Cuatro Caminos, 4  4º que, mira tú, por donde, es coincidencia con el número cuatro. Vivía en una pensión en la que vivían también Amancio, Zoco y Pachín, jugadores del Real Madrid. Además de vender pisos, trataba de relacionarme con gente que me acercase al mundo del cine, aunque ya había hecho mis primeros papeles como figurante en algunos filmes, pero  no era un actor convincente, jajajajaja, y no tan agraciado, físicamente como Javier Escrivá, por ejemplo con quien coincidí en MOLOKAI, LA ISLA MALDITA, donde se contaba la historia del Padre Damián, apóstol de los leprosos.
 (Los interesados  en ver la escena de Horacio en "Molokai" podéis ir a Recuerdos del famoso Horacio Guerra  donde está el enlace a la película)

Hace  pausa.


-A mí, esta afición del cine, déjame que te cuente, me viene de muy niño, cuando veía películas en el Cine de Litán. Más tarde, en Valladolid, siendo estudiante, también frecuentaba las salas de cine con un amigo.  Recuerdo que, en cierta ocasión,  un hombre que me veía sacar la entrada en taquilla, me dijo: “Te gusta mucho el cine, chaval”. “Sí, -le dije-  me gusta mucho el cine y un día seré actor”, respondí orgulloso”. “Pues yo, -contestó-  pertenezco a ese mundo del cine”. Al escuchar aquella frase. “pertenezco al mundo del cine” mi corazón batió descompasadamente. Estaba ante alguien que pertenecía a una industria a la que yo quería pertenecer. “Y, exactamente, ¿a qué se dedica usted?  -le dije-  “Soy acomodador”.  –respondió-.
CONTINUARÁ

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