jueves, 7 de enero de 2016

Imágenes y recuerdos de Cacabelos (CXCII)





EL DÍA DE REYES
Por Antonio Esteban González
El “Día de Reyes” no quiere decir que sea el día de Reyes, la de Varito o la de Reyes, la hija de Lisa, por ejemplo. No. El “Día de Reyes”  era un día señalado para la chavalería o, al menos, lo era para la chavalería de hace algún tiempo.
Yo recuerdo que escribíamos la carta a los Reyes con aquella ortografía infantil que era la única que teníamos. “Ceridos Relles Majos: Osescrivo esta karta para deciros que e sido vueno y que no me traigáis carbón….”, porque a los niños malos, los reyes, junto a sus  zapatitos, les dejaban carbón. Y cuya carta entregábamos a Epifanio, el cartero,  y que terminaba en la estufa. Era igual. La carta había sido escrita y entregada.
Después, en Ponferrada, inventaron lo del “Mago Chalupa” , una especie de emisario de los Reyes Magos que lucía en las cabalgatas y, hoy, por desgracia, en algunos lugares, los Reyes han sido desbancados por Papá Noël que llega en su trineo   desde Laponia. (Alguien me ha dicho que, también Papá Noël va a ser jubilado y vendrá  -por aquello de la igualdad-  “Mamá Noël”, que no sé cómo se las arreglará para conducir un trineo por las estepas nevadas. Claro que, como hay igualdad de géneros, es posible que Mamá Noël conduzca, con habilidad, su trineo).
Recuerdo, también, de mis años niños, la desilusión que arruinó nuestros corazones infantiles cuando alguien  -mayor que nosotros-  nos dijo. “Incautos: los Reyes Magos son los padres”. Fue un mazazo a la inocencia porque jamás fuimos tan felices como  cuando creíamos en los Reyes Magos.
En la foto que presentamos hoy vemos a Daniel, el hijo del veterinario; al Mago Chalupa, que era Matías, el de halterofilia; a Varo de la bodega de “Androllo”, a Santos Uría y a Mina, a Begoña y Milagros, hijas de Andrés y, abajo, a Mundo a Roberto Omar a José Sarmiento a Mary Mar y a Eva.
Era un día importante para los niños y del que disfrutaban los padres. Era mil novecientos setenta y seis o, quizá, mil novecientos setenta y siete, cuando muchos niños, como decía antes, aún no habían perdido la inocencia.

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