martes, 17 de mayo de 2016

Imágenes y recuerdos de Cacabelos (CCXX)



RADIOGRAFÍA DE UNA CANCIÓN
 Por Antonio Esteban González
Joaquín Prieto puso música a un poema sentimentaloide que no permite siquiera un análisis poético pero que, musicalmente, fue un éxito entre los jóvenes  -y las “jóvenas”, como diría una ministra-  del mundo entero.
En la foto, como en la canción “blanca y radiante va la novia”, que ya no era novia sino señora casada y, detrás, sin aparecer en la imagen  de Kiko el Curioso, le seguía, para no perderle la pista, su novio amante. Hasta aquí, la similitud de la foto con novia y la canción “La Novia”
Y resulta que, en la canción, al unir sus corazones,  -que son dos simples músculos-  según Antonio y Joaquín Prieto se romperían las ilusiones de aquella moza chilena.
La novia  -no la de la foto-  lloraba ante el altar como era obligatorio y lloraría su mamá y su abuelita porque las abuelitas y las mamás siempre lloraban en estas ceremonias. Pero, a lo que parece aquella novia lloraba de pena y, aún más, mentiría al decir “sí quiero” y al besar la Cruz. Es más, al besar la cruz, pediría perdón porque no se casaba con quien ella quería aunque no sabemos cuál era el motivo de no casarse con el novio al que quería. Eso nunca nos lo explicaron los hermanos Prieto, que habían nacido en Iquique.
No es, éste, el caso de Lita, hija de Manuel Quindós que casaba en 1960 con Pepín Prada en el Santuario de la Virgen de la Quinta Angustia, a orillas del Cúa.
Y allí estaba, para dar fe del acto Tin Rodríguez, hijo de Albertín, que ya soñaba con equipos de fútbol, pero esa es otra historia que tal vez sea contada en otra ocasión.
Dejemos aquí, hoy, una foto que tiene a sus espaldas cincuenta y seis años. O sea, toda una vida.

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