lunes, 31 de julio de 2017

Alba y Marcos regresan de Canadá cargados de futuro



Alba y Marcos en el parque de Cacabelos


Alba y Marcos han regresado a casa después de haber estado casi un año estudiando en Canadá.
Era uno de los últimos días de agosto de 2016 cuando despedía a estos dos jóvenes estudiantes del Instituto de Cacabelos. Se mostraban muy animados y anhelantes por iniciar el viaje a tierras norteamericanas, donde les esperaban nuevas familias y nuevo instituto para cursar primero de bachillerato. Toda una aventura por delante.

Alba Fernández Rodríguez y Marcos Martín Mateos, gracias a su currículum escolar y a superar las pruebas de selección, habían logrado sendas becas de la Fundación Amancio Ortega que posibilitan estudiar un año entero en el extranjero con todos los gastos pagados.
Alba a la orillacdel océano Atlántico en Canadá

Y, como decía don Antonio Machado: todo pasa y todo llega. Al fin están de regreso y cargados de miles de nuevas experiencias, con un montón de nuevos amigos y un progreso más que notable en el dominio del inglés. Todo un bagaje social y cultural adquirido en once meses y en edad muy temprana que, sin duda, marcará un antes y un después en sus vidas.
Me intereso por el viaje de regreso de ambos. Alba lo realizó sin novedad; sin embargo, el de Marcos fue algo más movidito: el retraso de la avioneta que debía sacarle del pequeño aeropuerto de su ciudad canadiense –Kimberley-, provocó la pérdida de la conexión Vancouver-París-Madrid, lo hizo vía Vancouver-Londres-Asturias. Otra anécdota más que sumar.
Marcos disfrutó mucho de los deportes de la nieve durante su estancia en Canadá


Quiero que hagan memoria y me cuenten cómo fue el primer contacto y si sintieron en algún momento temor a no soportar aquella nueva vida.

-Fue genial desde el principio, dice Alba. Estuve emocionada y con actitud muy positiva. El primer contacto con “mi familia” es tan bueno que se me olvidan todos los temores. Tuve dos familias: unas semanas con una hasta que llegara de vacaciones la que tenía asignada definitivamente. Las dos fueron estupendas. Me sentí muy arropada.

Marcos reacciona con entusiasmo al hablar de su madre canadiense:

-Sentí mucha empatía con ella, nos convertimos en amigos, contaba con ella para todo y le consultaba como lo haría con mi madre de aquí.
Estaba supercontento pero me pregunté: seré capaz de aprovechar la experiencia. Tanía tanto por hacer y tanto que hacer que se me abrió el mundo, tenía en mis manos todo lo que deseaba hacer. Me decía: no me puedo ahora arrepentir de estar aquí.
 
Una  forofa más del Auburn

Alba recuerda textualmente lo primero que le dijo su madre dándole un abrazo y sonriendo:

-Tú eres la única responsable. Haz que tus sueños se hagan realidad.

Hablamos de los estudios y reconocen que su nivel de inglés ha subido muchos peldaños: “sobre todo el inglés de todos los días”, apostilla Alba. Les pregunto por el resto de las asignaturas, por sus dificultades, por el nivel …y rápidamente exclaman ¡no había exámenes!, como quien se quita un gran peso de encima. Consideran que, en general, las asignaturas que tuvieron que elegir –todas optativas, excepto el inglés que, lógicamente, era asignatura obligatoria-eran bastante fáciles.
Repasamos los horarios cotidianos de uno y otro:

-Yo empezaba las clases –contesta Marcos- a las siete y media de la mañana porque tenía la de música que me interesaba mucho. Comía a las doce y media, continuaba y a las tres terminaba mi tiempo de clase. Tenía toda la tarde libre para hacer deportes, ir a los clubes…Con el grupo de deportes hice muchas actividades y mis compañeros, que se convirtieron en mi segunda familia, pusieron mucho interés en que conociese el país.

-Mi horario escolar era de nueve y veinticinco a tres de la tarde. En el tiempo libre hice mucho deporte, aprendí a patinar sobre hielo y me apunté a una banda de música para seguir mi formación musical. Me gustaba pasear, también ir al cine-
-Lo de pasear yo no podía hacerlo con 25 grados bajo cero, remarca Marcos. Sí que practicaba esquí por la noche. Se hacía mucha vida por las casas de los amigos.
 
Marcos tomándose un "refrescante"baño en la nieve
-¿Qué extrañabais?

La comida! responde rápida Alba.
-¡La tortilla de patatas de mi abuela! dijo Marcos. Aquí era un poco tiquismiquis, pero allí me fui acostumbrando a todo y comprobando que no estaba tan malo.

Los dos reconocen también haber echado de menos a su familia, a los amigos. No tanto las costumbres. Comentaba Alba:

-Aquí tenía la típica rutina de estudio, clases, estudio, alguna salida con los amigos…Rompí con eso y me organicé de nuevo. No tuve problema.

Marcos, como ya había comentado, se adaptó perfectamente a su nueva vida siendo muy consciente de lo que significaba esa gran oportunidad. Sin embargo, pasó por unos momentos de incertidumbre:

-Me dio un bajón en marzo. Me parecía que no había logrado nada. La responsable –un tutor o tutora de la organización encargada de velar por los alumnos- me ayudó a reconocer todos los progresos que ya había logrado hasta esos momentos.

Y, fíjate, la despedida fue el momento más difícil de mi vida: treinta personas con una pancarta diciéndome adiós. No soy de llorar, pero lloré de una forma
 
Y llegó el final. Alba en la fiesta de despedida
Como bien decía Alba, tenemos rutinas. Y es que estamos hechos de rutinas como las que de nuevo han retomado ellos en España, pero ahora con la madurez y la perspectiva que les ha proporcionado un año fuera de casa estudiando en Canadá.

Grupo de amigos con Marcos en el centro

No hay comentarios :

Publicar un comentario